Los árboles ejercitan distracciones, tan inocentes
como ellos mismos que no conocen el mal.
Especialmente les gusta cantar, y cantan a coro las pocas
canciones que han logrado comprender.

Como todas las plantas, aman intensamente el agua
y a ensalzarla dedican sus mejores sinfonías, que son dos
y las podéis oír en todos los bosques del mundo;
una imita el ruido de la lluvia sobre el ramaje
y la otra copia el rumor de un mar lejano…

(Wenceslao Fernández)